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Eso es, pato. Concejal, lindo palo de golfo. Muchas gracias. Un hawaiano gordo lo olvidó en mi sala de espera. Cuando regresó, le dije: “Sí, sí. No, no lo he visto. No sé.” Clásico. Qué historia más genial y divertida. Antes de empezar, ¿alguien quiere un hot dog? ¿Hot dogs? Sabes que tengo Síndrome del Intestino Irritable, racista. Cielos, está bien. ¿Qué tal un raspado? Yo invito. Hola, Concejal. Chris, Leslie, señorita de los raspados. Veo que están por jugar un partido de golfito subvencionado por el Estado. ¿Les importa si me les uno? Bueno, hola, Burly, Chang. Hola, viejo. ¿Qué hay? Estaba en el bar, disfrutando de una maravillosa noche con mis compañeros, que hablaban de lo genial que soy, volteo, ¿qué veo? Una banda. Pero les falta algo, como no sé, su cantante/compositor/diseñador de camisetas/chef de nachos. ¿Qué sucede? Antes que nada, tus nachos son horribles. Nadie se animaba a decírtelo. ¿Por qué no derrites el queso? Intentamos avisarte del show, amigo. Te llamé al celular unas veces. Bueno, se me cayó en un tazón de cereales la semana pasada, idiota. Si te hubieras molestado en llamarme, lo sabrías. Quizás deberían cambiar su nombre por “Burly y los Traidores”. De hecho, es un buen nombre. Sí, es muy bueno inventando nombres. Dame una Budweiser Black Crown. ¿Tienen Black Crown aquí? Sino, deberían. Ron, ¿te nos unes? No voy a jugar. Simplemente estoy aquí para recordarle al Concejal Jamm, que este ridículo palacio de juegos, les cuesta miles de dólares al año a los contribuyentes. Y qué ganga. Es decir, los niños lo adoran, los adultos lo adoran, Jamm lo adora. Todos lo adoran. Es como el “Toy Story ” de los lugares. Sí, tiene razón, Swanson. Yo lo adoro. Juegos de Carros