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Me llenó tanto de odio como de lástima. Y me avergonzó. Algunos de nosotros debimos haber estado con ella. Fue esa tarde resplandeciente que supe que me iba de Francia. Ya no podía quedarme sentado en París, hablando de Argelia y el problema de los negros estadounidenses. Todos los demás pagaban sus deudas, y ahora era el momento de ir a casa y pagar las mías. CACAO PURO SOLUBLE REBAJADO A / H. CUTHBERTSON E HIJO DISTRIBUIDORES DE ZAPATOS Y BOTAS ¡AHORA SÍ CONSEGUÍ UN BUEN TRABAJO! NADIE PUEDE EVITAR AMAR ESTE CAFÉ “Estos sí son amigos de calidad”. Al fin había vuelto a casa. Y a pesar de que había algo de ilusión, también había mucho de verdad. En mis años en París, nunca extrañé Estados Unidos por ningún motivo. Ni por los gofres, los helados, los perros calientes, el béisbol, las maiorettes, las películas ni por el Empire State, Coney Island, la Estatua de la Libertad, el Daily News, o Times Square. Esas cosas ya no eran importantes para mí. Podrían no haber existido nunca y, para mí, no había ninguna diferencia si nunca las volvía a ver. Pero extrañaba a mis hermanos, a mis hermanas y a mi mamá. Ellos hacían la diferencia. Quería verlos a ellos y a sus hijos. Esperaba que ellos no me hubieran olvidado. Extrañaba los domingos en la mañana en Harlem y el pollo frito, las galletas, extrañaba la música, el estilo de vida, ese estilo exclusivo de los que vivimos aquí. Extrañaba cómo un rostro oscuro se apaga, cómo miran los ojos oscuros y cómo, cuando un rostro oscuro sonríe, parece que todo se ilumina. En conclusión, extrañaba mis contactos, la vida que me había creado y alimentado y había pagado por mí. A pesar de que ahora era un extraño, estaba en casa. BAILEN, TONTOS, BAILEN Estoy encantado con los movimientos en las películas y fuera de ellas. Tengo casi siete. Estoy con mi madre o mi tía. La película es Bailen, tontos, bailen. Sabía que Joan Crawford era una mujer blanca. Aun así, recuerdo que me mandaron a la tienda un rato después y una mujer de color que, para mí, se parecía mucho a Joan Crawford, estaba comprando algo. Era verdaderamente bella. Me miró con una sonrisa hermosa y yo no estaba apenado, lo cual no era común en mí. HÉROES Por ese entonces, pusieron a una maestra blanca a cargo de mí. Su nombre era Bill Miller, una mujer hermosa que fue muy importante para mí. Me daba libros para leer y me hablaba de ellos y del mundo, acerca de Etiopía, Italia y del Tercer Reich alemán. Me llevó a ver obras de teatro y películas que nadie jamás habría llevado a ver a un niño de diez años. Es precisamente por Bill Miller, quien llegó a mi terrible vida tan pronto, que nunca odié a la gente blanca. Aunque Dios sabe que a menudo deseaba matar a más de uno o dos. Con esto, comencé a sospechar que la gente blanca no actuaba de esa manera porque fueran blancos, sino por otras razones. Yo era un niño y, por lo tanto, nada sofisticado. Veía a Bill Miller como era, o como me parecía que era. De todas formas, a ella también la trataban como negra, especialmente los policías, y no quería a los propietarios. LA RESPUESTA DE RICHARD



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